¿He dicho sentimientos? Perdón, quería decir corazones.
Te los fumas en un par de caladas, antes de tirarlos al suelo y pisarlos, no sea que quede algo de vida en ellos.
El problema es que ese par de caladas las vives con mucha intensidad, como si cada una fuera la última y tuvieras que exprimir hasta el último rincón del corazón de turno, aprovechar hasta el más insignificante minuto que le quede, aún sabiendo exactamente cuándo y cómo acabará.
Y claro, desconciertas. Nadie se espera que después de tanta pasión acumulada en cada esquina de la calle y del cuerpo le cojan a uno del cuello del jersey y le estampen contra el suelo.
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